Este pequeño relato lo he dividido en dos partes: Caza del Ganso durante la última semana de Septiembre y primera de Octubre  y Caza de la Becada la última semana de Octubre y la primera de Noviembre.

Mi segunda etapa. La caza de la becada en la isla de Hiumma.

Mi compañero Víctor  gran cazador mallorquín, con su excelente setter “Mac” y yo, con mi querido perro “Lau” fuimos a cazar la becada a la isla de Hiiumma, situada al Oeste de Estonia y cuya superficie es poco más grande que la isla de Menorca.

Salimos el día 27, con los nervios de rigor, llegamos el mismo día y nos quedamos a dormir. La estampa a nuestra llegada era tremenda, parecía una postal de navidad, nieves por todos los lados y un frío bastante intenso. El domingo nos fuimos para la isla, en el cómodo ferry que conecta ésta con el interior de Estonia.

A nuestra llegada al hotel, por cierto, un hotel con un encanto muy grande, todo de madera, muy bien acondicionado y con un servicio bastante bueno, llegaron los primeros cazadores. Dos aguerridos gerundenses que vislumbraban una cara entre alegría y cansancio. Inmediatamente me dirigí a hablar con ellos y de forma muy educada y simpática me relataron su día. Lo mismo sucedió con otros dos grupetes de italianos, todos ellos encantadores. Nos relataron el día y los dos anteriores y todos coincidían, mucha becada pero las condiciones tanto climatológicas como los lugares de caza muy complicados, ya que debido a las intensas lluvias de los meses anteriores, más las intensas nevadas y el frío, hacía que el poder abatir una becada fuera ya un hecho muy reseñable.

Víctor y yo estábamos inquietos, teníamos muchas ganas de ir a cazar al día siguiente. Además, yo tenía motivo doble, quería ver como estaba el perro, como quien dice, ha sido su primera temporada ya que el año pasado, al menos por donde yo cazo, fue más que nefasto en cuanto al número de becadas vistas y abatidas.

Becada en la Nieve

Becada en la Nieve

Por fin llego el día siguiente, a eso de las 09:00, nos vino a buscar el guía, Igor, un hombre muy simpático pero con un escaso conocimiento del Inglés y Español. Nos dejo en un lugar y nos dijo que nos pasaría a buscar a las 4 horas.
Cuál fue mi sorpresa que nada más colocarle el collar al perro y empezar a cargar la escopeta, todo en torno al coche, teníamos la primera muestra del Lau a una becada. Con los nervios y la logística sin montar, llegamos tarde, la becada ya se había ido. Sin más tiempo para apenarnos de este lance, vino otro, Lau había parado otra becada pero el lugar era casi inaccesible, un riachuelo por medio, agua y hielo por todos los lados, mucha nieve y muchos troncos en el suelo. Después de más de cuatro minutos parado el perro y justo cuando estábamos a punto de llegar a el, de hecho lo estábamos divisando, la becada se voló, posiblemente por la cantidad de ruido que hicimos. Ya iban dos becadas puestas por el perro y ninguna de las dos abatidas. Seguimos hablando, comentando que la logística del calzado no había sido la correcta, yo ya tenía los pies mojados y muy fríos y Víctor  aunque mantenía intacto y virgen sus pies, era cuestión de tiempo que dejara de tenerlos.

Seguimos cazando, y a los 10 minutos otra puesta, esta vez Mac y a continuación Lau. Llegamos al lugar, nos colocamos pero cuál fue nuestra sorpresa, la becada, como muchas veces hace, nos había burlado, había salido de su escondite para intentar buscar otro paraje más solitario y tranquilo, fuera del alcance de los molestos cazadores.

Después de este lance, Víctor y yo estuvimos estudiando el terreno y determinamos que era mejor dirigirnos hacía un lugar donde aparentemente la cantidad de agua era inferior. El lance no se hizo esperar, el amado sonido de la vibración del mando en mi chaqueta hizo presencia, acto seguido se lo comunico a Víctor y le indico, mediante sonidos, donde está colocado el Lau. Cuál fue mi ilusión, como cuando un niño abre un regalo, me veo a Lau con su parada sobria y poco elástica pero para mí maravillosa, quieto como una estatua. Al poco, rompió para volver a quedarse quieto a los 15 metros. En esos momentos, el tiempo se ralentiza, los segundos valen más que un millón de euros y, de repente sucede, nuestra querida dama del bosque irrumpe con su aleteo y acto seguido me dispongo a apuntar. Por suerte o acierto disparé, alcanzando a la becada y cayendo esta inerte. Nada más caer, parece que todo vuelve a su tiempo real, el estallido de adrenalina pasa a un estadio de felicidad, esperando a que el perro te traiga tan preciada presa. Esto nos sucedió numerosas veces, siendo el Lau protagonista en muchos de los lances, al igual que Mac.

Solo decir que la experiencia ha sido increíble, me lo he pasado muy bien y la recomiendo. Esos sí, de forma racional. Llega un momento que ya no hace falta abatir más becadas, es suficiente con un número que a mi juicio no debe alcanzar los dos dígitos por día cazador. Se trata de que esta especie perdure por muchos años entre nosotros y que así, tanto nuestra generación como futuras generaciones puedan disfrutarlas.